Río Negro: De barco abandonado a ícono turístico y gastronómico

Un trabajador petrolero y su esposa transformaron un pesquero en un restaurante único en San Antonio Oeste
SAN ANTONIO OESTE – A metros del cementerio de barcos de la ciudad, un antiguo pesquero llamado Mar del Plata dejó atrás el óxido y el abandono para convertirse en un restaurante que hoy es una de las grandes atracciones turísticas de la zona.
La historia comenzó hace diez años, cuando Edgar Herrera, entonces trabajador petrolero, y su esposa, la psicóloga Claudia Pincheira, vieron la embarcación y decidieron darle una nueva vida. Lo que al principio parecía un sueño imposible terminó siendo una realidad que hoy atrae tanto a vecinos como a turistas.

El pesquero, de 30 metros de eslora y 200 toneladas, estaba condenado al desguace. Sin embargo, la pareja logró que la empresa propietaria se los cediera de manera gratuita. Edgar se encargó de desmontar más de 90 toneladas de piezas internas y, tras años de trabajo, el barco fue trasladado a su actual ubicación sobre la costanera, de cara al mar.
Respetando la tradición náutica, mantuvieron su nombre original y conservaron gran parte de la estructura interna. Hoy, el restaurante cuenta con 24 mesas distribuidas en el interior y la cubierta superior, y se especializa en pescados y mariscos frescos. Entre los platos más pedidos figuran la cazuela de cordero y la tabla “Aroma de mar”.

Más allá de la gastronomía, el atractivo principal es el propio barco: visitantes de todas las edades se acercan para recorrerlo y tomarse fotos. Su historia también forma parte del encanto: a principios del siglo XX, el Mar del Plata cruzó el Atlántico con inmigrantes que escapaban de la Primera Guerra Mundial, y décadas después se convirtió en parte del trabajo pesquero de la Patagonia.
Ubicado en Güemes y 6 de Enero, el restaurante abre durante la temporada alta, de diciembre a abril, y se ha consolidado como una parada obligada para quienes visitan San Antonio Oeste. “Verlo lleno de gente disfrutando nos emociona. Este barco tiene alma”, asegura Edgar, que sigue dedicándose a su mantenimiento durante todo el año para que cada temporada luzca como nueva.